Blanca

El tren la mecía a veces abruptamente meneándola de un lado a otro, eran las doce de la medianoche. Las puertas abrían constantemente.
Estaba en brazos de su madre, se sentía acogida por unas manos frías muy frías. Cada vez que las puertas abrían, soplaban esos vientos del lago Michigan que producían neblina en el vagón. Los rieles la mecían. Su madre la arrullaba pero fría muy fría, como si una muerta la acariciara, estaba como muerta, helada.¡Estaba muerta!

Abrió los ojos asustada, eran dos pesadillas. El tren abría sus puertas nuevamente.

Eran las seis de la mañana y ella contemplaba la cera desde la ventana del piso 15. La nieve hacía la vista brumosa, decidió abrir y a consecuencia entró un frío infernal. Ella sacó la cabeza por la ventana y el viento filoso pareció haberle cortado las orejas con cuchillos de hielo. Su tía menor se levantó gritando:
-Melanie! What the fuck are you doing? Close that damn window. Shit!
Cerró la ventana helándose las yemas de los dedos pero no se movió de allí. La noche antes había empacado todo lo que necesitaba. Dobló sus camisetas en forma rectangular, hizo de los abrigos un rollo, los pantalones tenían tres dobleces todos y su único par de zapatos cerrados era el que calzaba. En la parte del frente del bulto organizó los artículos de aseo personal en estricto orden: Cover Girl, Crest, Dove, Gillete, Lip Balm, Lubriderm y aquel pote grande de Tylenol PM que atesoraba tanto. Puso su ropa interior en bolsitas de sandwich por colores. La colcha no cabe, meto la sábana gruesa.

Cuando divisó al cartero tomó su mochila, cerró su coat, se puso un gorro y desapareció casi fantasmal de aquel apartamento.
-I came to pick up my aunties mail, you know they can barely walk.
El postman le dió 3 cartas, dos de ellas finitas y con bordes desplegables que leían DHS.

Caminó hasta la esquina y montó la C-13 agarrada del tubo de metal del techo de la guagua que la llevó hasta el área de los Pawn Shops, Hot Dogs, Money Grams y cashitos donde se cambia el PAN por la manteca. Cambió los dos cheques que habían llegado arrepintiéndose de no haber hecho jugada tal durante los cinco años que las gordas desaparecieron la manuntención.
El negocito de hot dogs le acordó que no llevaba consigo comida. Que alivio. Guardó el dinero en el bolsillo de adentro del coat y caminó hacia la estación del tren.

-Melanie! Would you stop dancing already? This girl, she won't stop playing around!
-Titi I wanna take dance lessons

-Then go to the Y or something. Don't bother me.
-Yo no quiero hip hop titi yo quiero ballet
-Would you shut up and turn the tv on already. And please in this house your language is english. Don't be talking in boricua like your mom!

Ignorando sentirse ignorada se fué al cuarto y siguió bailando. Cogió las chinelas tejidas de la tía y jugó a que eran de cuero rosado con lazos de seda. Quería ser bailarina, tenía cuerpo de bailarina.

Las tías roncan roncan. Parecen dos elefantes tendidas en camas King desbordándose en carnes. La casa apesta siempre a comida y a sudor, a sopa de cebolla, a soap opera.

"Doors open on the left, this is our last stop for the night"
Línea Verde y sin transfer, se sujetó del metal de agarre del tren y salió de allí. Trescientos bucks en el coat, son las tres de la mañana, tres horas en el terminal, solo tres mas.

Era pálida, pálida, la noche la hacía ver aún más pálida. ¿O era la nieve?

Un coro de risas salía del lugar, risas femeninas, libidinosas que le despertaban el vientre a Melanie,éstas se sentían como cosquillas en el clítoris. Subió por las escaleras de emergencia y las divisó por los pliegues de la pared y la ventana, juntas, semidesnudas, coordinadas y cómplices. Rojo, rosado, negro, blanco como personajes de una saga de superheroínas exóticas, como modelos desvistiéndose luego de un desfile de modas, como bailarinas clásicas después de un performance, llenas de feminidad con los poros abiertos, me despertaron mucho deseo.

-¿Esta?, ésta va a terminar como la mai, dale par de añitos.[Ella escucha mientras acomoda su ropa en aquel maloliente apartamento]Era verano y tenía doce años de edad. Todas las noches en ese lugar al dormir veía a su madre blanca como una píldora, inundada de PM's.
Ando con las que pude recoger del piso y el gabinete, éste es mi amuleto, mi recuerdo maternal.

En la mañana el antro desaparecía, pasaba a ser un edificio enladrillado mas. El letrero no brillaba en neón, el reflejo interior rojo desaparecía aún dejándose leer el nombre: Popsickle. Cuando caminó hacia la puerta vió un papel que leía Dancers Wanted. Tocó la puerta que tardó un rato en abrir. El cristal tenía un tinte tan oscuro que apenas se notaba presencia adentro. Me abrió Elizabeth, la acompañé a subir las escaleras a un segundo piso donde había una barra, una tarima larga con dos tubos de metal y un tubo al otro extremo del salón con un mueble blanco que lo rodeaba. Se aspiraba un olor viscoso a cigarrillo húmedo y deseo.
-¿Cómo te ayudo?
-Vengo por el anuncio de la puerta
-Tengo que verte primero, quítate la ropa.
-¿Toda?
-La ropa
Empezó por el gorro que dejó ver una melena que aunque poco abundante era brillante, rubia y larga. Soltó el bulto, bajó el zipper del coat mientras Elizabeth descubría aquella sensualidad natural con que la chica se deshacía de su vestimenta. Tenía talento. Melanie se desabotonó el pantalón lentamente con la timidez de quien no es virgen pero tampoco puta, era excitante. Se agachó a desamarrarse las botas de invierno mientras Elizabeth con un ojo de cuarenta años de experiencia la vió con botas de obrero, ropa interior amarilla y casco, alimentando la bellaquera de quienes formaban parte de aquel gremio y aquel putero.
-Regresa a las tres, me interesas.

Tenía siete horas por delante, atuendos que comprar y se acordó que a veces hay que comer algo. Tuvo que obligarse a tragar un Mcmuffin con ganas de vomitarlo. ¡Pánico! ¿Y si se ponía como sus tías? perdería esta oportunidad de trabajo. Terminó la mitad de prisa mientras le bombardeaban imágenes de sus adiposas tías.

-Titi yo me quiero montar en los barquitos
-Maam si no caben en la atracción no pueden montarse y la nena no puede ir sola.

Botó el McMuffin restante y sintió asco de haber comido. Mejor no comer, se ahorraba dinero.

El tubo se sentía caliente, las palmas de sus manos resbalaban, se sentía viscoso y lleno de humedad. Cinco hombres la rodeaban relamiendo su cuerpo con las pupilas, era una relación a distancia con aquella rajita que solo podían ver los billetes. Elizabeth no la dejaba hacer cuarto oscuro, no quería quemar ese pedacito de carne nueva que se dejaba entrever a través de aquel conjunto. Lo más cercano que la podían tener los hombres era al roce de un billete. Y el billete rosaba su clítoris y el billete rosaba su pezón, su cuerpo era la orgía de Washington, Jackson y Hamilton metiéndose entre todos los pliegues del cuerpo.

El tubo de la escalera de emergencia estaba tan tan frío que los dedos se me quedaron pegados en el metal y tuve que correr de regreso a la estación del tren. La noche estaba gélida, freezing gélida y necesitaba dormir.

A las tres de la tarde y aún pensando que era muy flaca Elizabeth accedió darle la oportunidad y el entrenamiento. Melanie llegó esta vez preparada con un par de zapatos cerrados de charol blanco puntiagudos que solo tapaban los dedos del pié y el talón. Eran de alto tacón y tenían trabilla en el tobillo. También había comprado un conjunto con brassiere que se amarraba con lacito atrás y panty que amarraba con lacito en cada caderita. Se amarró su pelo en colita y luego de varios tips fué su debut.

Al final de cada jornada las muchachas aliviaban la tensión sexual acumulada durante la noche entre sí. Se masajeaban la espalda, los senos, no agresivamente como los clientes si no de manera sensual y delicada, se regalaban orgasmos con los dedos cansados de simular excitación dentro de la tela toda la noche. Todas se quedaban a dormir allí en aquel tercer piso.

-Este oficio es el arte de la intención y la sugestión. Si logras esto al comienzo te enseño a hacer tubo y lap-le dijo Elizabeth luego de explicarle que allí se trabajaba por propinas corporales.

Tomaba el tubo de metal haciendo un plié con las piernas abiertas sobándolo hacia arriba y hacia abajo, hacia arriba y hacia abajo con ambas manos, sensual, fuerte tras lo cual el aconglomerado grupo de hombres sentía venirse de un momento a otro. Y es que ese cuerpecito que no se movía como el de una niña blanca era un deseo no consumado aún. Aunque las demás strippers con cuerpos voluptuosos y más edad no comprendían el éxito de aquella nena tan flaquita, los macharranes que la imaginaban como una niña pequeña podían complacer sus deseos pedofílicos en ella. Cuerpo y piel de niña blanca que no era vírgen pero tampoco era puta, todo un deseo. Solo su ombligo generaba unos cien dólares la noche, ese pequeño orificio mimetizando el culito cerrado que no se dejaba ver por aquel volante.

Era blanco, como las píldoras que tanto atesoraba. Le llamó, como le llamaban a veces las pastillas, por su blancura.Todas lo consumían. Lo más que le gustó de ese polvo era que le quitaba más aún el apetito. Dejar de desear se convertía en su mayor deseo.

Nos fuímos a Las Vegas las seis, yo había ganado mucho mucho dinero. Lo gasté todo en el viaje, en carteras, ropa y zapatos.

-Told ya she was gonna end up like her mom.
-Está casi violeta
-We should call Robert

-I give a fuck if she dies or not, she's a mistake-contestó la voz de aquel hombre blanco por el auricular.

También los hombres que eran su clientela la dejaron de ver con deseo. La joven que en un principio parecía tener cuerpo de niña se convertía en esqueleto. Su cara angelical había perdido el brillo, se veía demacrada, drogada, la ropa se le escurría.

Después del viaje, Melanie quedó sin dinero y sin clientela, se sentía sola muy sola y necesitaba a su madre. Tomó su amuleto y metío las PM en su boca. Todas y cada una de aquellas 32 píldoras, "just like her mom".

-Hay que llevarla al Hospital, busca en el bulto a ver si hay un teléfono de algún familiar.
Dentro del bulto había una carta con fecha de dos años atrás, no la habían abierto aún.

Dormida y violeta en un mar blanco, oyendo a sus tías pero mirando a su madre yacía acostada en aquel frío hospital. En la esquina de la camilla, sentada en esa silla al lado de la cortina escurridiza se encontraba su madre. Sólo ella la veía.Veía las puertas abriendo y cerrando, veía el segundo piso, el volante, los lacitos, los hombres metiéndole billetes, la sábana, tenía frío quería la sábana.

-No, si es que ella no tiene remedio.
-Robert said that he gives a fuck whether she dies or nor.

Mami me llama, que se callen, que se callen. Me voy con ella, tengo que alcanzarla, me voy.

Al intentar alcanzar la mano que su mamá le extendía se agarró del tubo de metal de la camilla y cuando lo sintió en la palma de su mano caliente, resbaloso, viscoso y lleno de humedad, decidió despertar.



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Noelia Cruz



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