Te hablo

Te hablo desde mi caricia seca, la única que conozco desde hace años. Te hablo desde el inútil intento de poseerte en mi cama, en mi cuerpo, en tu cuerpo, en tu pelo. Te hablo desde mi voz perdida en algún lugar de mi garganta, de esta sed de palabras disparatadas, desde esta sed de palabras gigantes, minúsculas, absurdas, intensas. Te quiero intensa, te quiero perdida en mi boca, en mi nariz y mi silueta rara. Te hablo desde esta cabeza loca y redonda que traigo puesta, desde la sencillez más sencilla de tu cara sencilla y tu mirada sencilla y loca que me traga. Te hablo desde el deseo desesperado y hambriento y extraño que tengo. Esos modales caníbales con los que nazco desde la vísceras más hondas hondísimas, hondonadas, oscuras y profundas. Te hablo desde la carne, la piel, la epidermis, tantos nombres. Te hablo desde mis nombres, los nombres de todos, los apellidos de todos. Te hablo desde los huesos, mis huesos, estos huesos huesados, calcificados, quebrados, desviados, invisibles. Te hablo a ti desde el espejo, desde mi mano, desde mi verga, desde mi papel, desde mi pluma. Desde el brillito en tu cara larga, mi cara morena tu cara morena clara, desde tu boca bocada, callada, absurda abismada. Te hablo desde mí por mí para mí a mí en mí, desde la rosa, desde el anamú y la luna en tu espalda, en tu vientre, en mi vientre, en tus pies, mis pies, los pieses pisados. Te hablo con nostalgia y alegría. Te hablo para quererte con todo, con nada, conmigo, contigo, ahora, aquí, ahora, aquí, allá, aquí, en mí, en ti, en nosotros.
José H. Cáez-Romero