Muerto en la Norzagaray

Noches como esta lloro vidrios helados que pintan de rojo el horizonte. Atravieso la lluvia cabizbajo. Un recuerdo emerge fugaz desde el inconsciente a la vez que una gota cae fría sobre mi espalda desnuda. Escucho bocinazos que se hacen sordos ante mis oídos despejados del mundo y la sucia urbe de discrimen, hipocresía y desprecio.
Noches como esta tropiezo hasta con mi propia sombra pero no pierdo el equilibrio. Me ahogo en lagunas de olvido y olvido mi nombre, a mi padre y a mi madre. Olvido todo, pero sigo. Y ahora olvido más que hace un rato. Y quedo casi inconsciente y todo es más obscuro y me desconecto. Y vuelvo. Y despierto. Y quiero más y vuelvo y me pincho y sigo; una, dos, tres. Y mis venas se hinchan, palpita, lloran sangre dolida, herida, moribunda. Que sirve de consuelo para una jeringa amiga q a los 18 anos conocí y me acompañó siempre y me acompaña esta noche que se parece mucho a aquellas otras pero no es igual.
Hoy un suspiro de alivio recorrió mis venas, me jamaqueo y luego se alojo fulminante en mi corazón tendiéndome en un eterno descanso.
Una noche como aquellas que fueron pero ya no serán. Porque esta noche desperté con los parpados cerrados pero la mirada fija al norte y el sol calentando mi vena curándome con una droga diferente. Hoy las voces se tornan más claras. Escucho el esquismi polisman, de un gringo. Reconozco muchas de esas caras que ahora miran fijamente mi cadáver pero no reconocen mi rostro. Y hoy llevan mascaras de lastima y condolencias y les dicen a sus hijos que no me miren. A lo lejos una monjita me hecha la bendición. Pues vallanse al carajo y métanselo todo como yo me metí por las venas una y otra vez sus desprecios y que cada gota que me inyecte les retuerza la conciencia si en algún momento es a su hijo al que ve aquí con policías, turistas, ambulancia sentado en una silla de ruedas mirando el sol de las 8:30 aislado del mundo por una cinta amarilla. Despidiéndose de cada uno de ustedes.


Luis Daniel Arrufat-Elias